EN EL CORAZÓN DEL PELOTÓN
Hace mucho tiempo que nos preguntamos como puede ser que haya tantísimo tramposo paseándose en el Tour como si tal cosa, como si nunca hubiera pasado nada, además presumiendo de rendimientos milagrosos. Hoy hemos empezado a ver “En el corazón del pelotón”. Para las personas que no somos duchas en este tema, que no tenemos experiencia y que nuestro mayor logro en bici ha sido hacer la ruta “dels aiguamolls” de l’Estartit (cuya mayor complejidad es cruzar un puente sobre la vía), este tipo de contenido nos acerca al deporte y nos lo hace emocionante y divertido. Extractos contados de 21 días y de la pretemporada y los entresijos de los equipos sirven para que tomemos, fácil y rápidamente como hoy por hoy estamos acostumbradas, cápsulas de emociones concentradas y percibamos la dimensión humana, con sus luces y sombras, de corredores y staff.
Nos lo hace muy entretenido y nos supone una motivación para engancharnos al próximo Tour ya que, aunque no podemos percibir el cambio de marcha, se nos escapa gran parte de la estrategia y no podemos sentir el sufrimiento físico, podemos conectar en lo emocional, jugar a intentar predecir como va a actuar un corredor o si un equipo va a hacer una cosa u otra. No somos ciclistas pero somos seres humanos armados con empatía y a través de eso nos proyectamos y podemos emocionarnos y sentir de otro modo, pero igual de potente, la magia de este deporte tan maravilloso.
Cancelan el programa. Es la última temporada. Me preguntaba por qué, era un gran proyecto. Entonces me di cuenta de que la primera de las dudas expuestas y ésta tenían mucho que ver. A penas hizo falta unos minutos del primer episodio.
Es negocio. Igual que otros deportes hoy el ciclismo está siendo despojado de su épica no por parar cuando llueve a cántaros que es lógico, por acortar una etapa peligrosa que también es lógico o porque los corredores quieran tener derechos laborales como profesionales que son, lógico también. El ciclismo, como todo el deporte mainstream, está siendo arrastrado por el tsunami destructor que destroza todo. Es el mismo que arrasa con el ideal de sanidad pública o con educación pública. Igual que la mayor parte de las personas no puede pagarse el tratamiento de salud mental o la mayor parte de la chavalería se ha quedado sin plaza en la universidad. Nos han hecho hablar de todo como negocio. TODO. Los valores y principios que rigen la sacrosanta moral que tanto dicen muchos defender, están a la venta del mejor postor y ya nada tiene valor por el hecho de existir. La bondad, la solidaridad, la paciencia, la empatía… no tienen valor si no sirven para ganar dinero. La sanidad no es un derecho si no un negocio y en lugar de pensar en inversión cuya vuelta es en salud pensamos en euros. No hay plazas en la educación pública, cada vez menos y quienes las logran han de pagar un dinero que no tienen por el nuevo concepto máster, otro negocio. Tantos puedes pagar, tanto vales. La libertad se mide en cuánto podemos consumir y ya no hay cosas bellas o interesantes si no cosas “virales” o “caras”.
Huímos de quien somos a golpe de tarjeta y creemos firmemente, pero de verdad, que vamos a ser mejores personas por llevar una camiseta u otra, que vamos a ser más guapos por ponernos una u otra crema… y que vamos a ser más rápidos y resistentes por llevar una u otra bici.
Estamos tan sumidos en el bombardeo constante de imágenes que nuestro cerebro no tiene tiempo de reflexionar, el rato que no estamos esclavizados en el trabajo nos distraemos con esa constante reiteración de flashes que nos provoca puntas de hormonas de la felicidad. Somos adictos y como todo adicto nos va a costar, sobre todo, reconocerlo.
Como siempre, aquello que hace mi vida más dura también me la hace percibir distinta. Desde el margen se ve con otra perspectiva y, puedo estar equivocada, pero realmente la vida que nos estamos dando y potenciamos cada día no tiene ningún sentido.
Cierto, no es cosa de hoy. Los valores hace mucho que están en venta. Quizás desde siempre. Pero se le daba un valor a los héroes o heroínas. Aunque fuera a toro pasado. Se reconocían cosas como la valentía, la honestidad y el altruísmo. Se creía firmemente en que había una serie de ideales. Hoy no creo que eso sea así. En el plazo de diez años se han difuminado dos líneas que, a mi entender, jamás debieron difuminarse.
La primera es aquella que nos sitúa en el mundo y nos recuerda a qué grupo pertenecemos. Es esa línea que matemáticamente, empíricamente nos debiera situar en una u otra trinchera cuando unos cuantos declaran la guerra a la humanidad.
Es un ejercicio sencillo. Se da en 3º de primaria. Aun así, para quien no lo sepa, vamos a usar Chat GPT:
Ahora vamos a marcar donde estaría una persona media con 5.000€ ahorrados.
Estamos mucho más cerca de esa persona que no tiene nada, que lo ha perdido todo, que está hundida, que ha sido rechada por la sociedad… más cerca de la indigencia de lo que en mil vidas estaremos del otro lado. Nuestro igual es el punto 0, no el 1.900M. Éste es un ejemplo, hay cientos. ¿Por qué creemos que debemos defender lo de la derecha a lo de la izquierda? ¿Por qué creemos que pertenecemos a la derecha del gráfico? Son matemáticas. “Frente a un patrimonio de 1.900 millones” SOMOS CASO CERO. En un mundo donde todo tiene precio y valemos según el número que tenemos de seguidores, el número que tenemos en el banco, el número de victorias… SOMOS CASI CERO. Pero somos el 99% y unidos y unidas podríamos serlo todo. Aunque hoy, estamos luchando en la trinchera equivocada.
Volviendo a la serie documental de Netflix, capítulo uno, primeras frases, “TODO ES DINERO” .
Llevémoslo al deporte, ¿cómo un chaval o una chavala cuyos padres no puedan pagarle la mejor bici, las carreras, los viajes va a llegar nunca al otro lado en este país? Hace 25 años las bicis, las carreras… dependían de tu potencial, no de tu herencia. Incluso saliéndonos de ahí, vayamos al mundo profesional, ¿cómo van a pelear en igualdad de condiciones equipos tan dispares? O dentro de los propios equipos o espónsors ¿cómo vamos a lograr igualdad entre el deporte femenino y el masculino?
Y además, llegados a ciertos puntos económicos, (y aquí hablo de ciclismo aunque es extrapolable), ¿cómo vas a controlar a los dueños del mundo? ¿Cómo confiar en que las normas son iguales para todos cuando unos cuantos pueden comprarlas?
Por ejemplo, ¿alguien cree que si mañana se presentase una ley para que ninguna persona involucrada en hacer trampas en el ciclismo pudiera entrenar/dirigir/preparar/representar/correr en ninguna carrera, marcha o ciclodeportiva nunca más, se podría aprobar? ¿Qué supondría eso en el pelotón profesional?
Sería una norma justa, no se trata de mandar a nadie al ostracismo, hay mil trabajos más que hacer. No se ataca a la persona. No se la deja desvalida. De hecho, cada verano por ejemplo se nos bombardea con que la hostelería no encuentra personal o en las demás estaciones no hay quien recoja las cosechas. Hay trabajo de sobras para que esas personas pudieran salir adelante.
Pero no. Tampoco nosotros, los del 5.000 que nos creemos 1.900M quiséramos que eso pasase. Queremos ver cosas increíbles. Queremos ver a las personas sufrir y desangrarse por llegar a una meta porque nos han dicho que según el esfuerzo logramos más o menos. Supongo que Pogacar sólo hay uno porque nadie más se lo ha propuesto. Supongo que nadie en el mundo aspira a nada más, por eso no llegan. Aunque yo sigo sin entender hacía dónde y cómo debería haber dirigido mi esfuerzo para ser Botín porque por más cursos y trabajos que he mirado ninguno me conduce a ser hija de quién no lo soy.
Y ésta es la segunda línea que hemos borrado. Valorar el mérito y recibir o tener éxito según éste es algo que ya no sucede. Valoramos el éxito y el dinero y, sólo después, consideramos que esa persona tiene mérito. Y eso es tristísimo y nos sitúa en una posición terrible en la que no tenemos modo de avanzar.
El mérito. El mérito que tenía y tiene este deporte cuando el dinero no lo vicia es brutal. Cuando vives como yo, enferma, el mundo carece de alicientes porque jamás vas a entrar en los estándares mentales, emocionales o físicos. Pero cuando el deporte entró en mi vida y vi a Cristina subir el Obac 8 veces consecutivas, cuando veo las fotos de Álex donde se siente su pasión por su paraíso personal que conoce al milímetro corriendo a pie o en bici, cuando veo a Ramón y a Víctor creando nuevas generaciones de futbolistas y jugadores y jugadoras de Rugby mejores, con más valores y más libres, cuando veo a Laura superarse cada día o el hambre de crecimiento deportivo y personal de Marta…
Cuando acompaño a Raúl y lo veo subir paredes increíbles y llegar sin voz, exhausto pero feliz y cómo maneja la bici y la siente y tú no ves un hombre y una máquina sino una sola cosa fluyendo en armonía…
Cuando veo llorar a Vingegaard por estar vivo, a Girmay por superar una meta que se le negaba de nacimiento o a Katarzyna Niewiadoma hacer con su cuerpo aquello que siempre nos dijeron que nosotras no podíamos hacer para ganar el Tour…
Entonces me acuerdo de que yo también soy humana y les agradezco el recordarme que somos capaces de lo absolutamente inimaginables y que hay algo dentro de nuestro interior que cuando no lo esperamos puede crear una diferencia. Algo en cada uno. Algo diferente pero mágico.
Y sentir eso me hace ser mejor persona. El ciclismo me hace ser mejor persona.
Por eso me da tanta pena que también haya caído en la trapa de perder su valor por ponerse precio.
Claro que me emociono con Pogacar, claro que me emociono con Wan Aert, me sigue emocionando en según qué partidos de fútbol… Pero es que no me quiero perder a los demás. Es que quiero que el día de mañana esto siga siendo una muestra de lo que nuestros cuerpos pueden hacer y no un laboratorio de magnates para limpiar su imagen de dictaduras homófobas, machistas o genocidas. O de empresarios que, al más puro estilo Squid Game, juegan entre ellos sin saber que se están jugando en realidad mucho más.
Quiero tener ganas de ver una carrera sin saber de antemano quién la va a ganar. Y sí, esto pasó con Sky (con la excusa de la innovación) y luego Jumbo (y la estrategia) y ahora UAE (60 millones de presupuesto) y cada vez hemos ido cediendo más y más espacio del deporte al espectáculo económico.
La belleza de una carrera de niños en bici hoy en la plaza junto al local me ha recordado lo que es la pasión y la alegría y la frustración y la rabia y el perder y el ganar… cuando se juega a hacer una carrera. Cuando no hay más intereses que ese: la carrera.
En fin, quizás me diréis que ser CASI CERO también nos hace nulos para luchar contra lo que es el hoy y lo que parece que se nos viene. Yo creo que no. Cuando eres casicero toca buscar otro valor para ti. Otros valores. El primero la valentía, el segundo la honestidad, pondría tercero la coherencia y seguiría por la tenacidad. Todo ello basado en una idea muy simple y también real y empírica. Somos humanos. Ergo, bañándonos en humanidad, sembrando humanidad, compartiendo humanidad bajo esos valores cambiaría todo. A coste cero.
¿Por qué no lo hacemos? Por qué la anestesia es fuerte. La dopamina engancha mucho más que la heroína y los efectos no son tan desagradables por lo que los aceptamos en nosotras y en los otros. Pero ¿y si en vez de preguntarnos cuáles son las razones por las que no lo hacemos, simplemente lo hacemos?
Y que vuelva otra vez el corazón del pelotón, pero de verdad. El corazón.